martes, 29 de noviembre de 2011

Domingo II de Adviento - Mc 1,1-8

Prólogo del evangelio de Marcos (texto griego)

Este domingo somos invitados a meditar el prólogo del evangelio de Marcos. El evangelista nos introduce en él con una buena noticia, la buena nueva de Jesús el Cristo, el Hijo de Dios. Este tiempo de Adviento es una preparación para recibir esta estupenda noticia, la mejor posible. ¿Jesús es para mí, para nosotros, la mejor noticia?

Estamos convidados a participar, a formar parte de la buena noticia: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos». Juan Bautista predicará que para ello se ha de pasar por un camino de conversión, de cambio de vida y de mentalidad.

La «buena noticia» de Jesús –nos recuerda la liturgia– sigue siendo algo actual. ¡Vale la pena cambiar de vida! Nuestros anhelos y esperanzas no son una quimera. Jesús viene. En Jesús la mujer y el hombre, todas y todos, encuentran respuesta a sus interrogantes más íntimos. Es posible ser feliz, es posible un mundo donde reine la justicia y la paz auténticas, es posible cambiar las cosas. Pero, hemos de creérnoslo y comenzar a compartirlo con los demás, y actuar.

martes, 22 de noviembre de 2011

Domingo I de Adviento - Mc 13,33-37

Comenzamos un nuevo ciclo litúrgico dominical, el B, en el que haremos un recorrido, en su mayor parte, por el evangelio de Marcos. Y lo iniciamos con el Adviento, tiempo de espera y de esperanza, no sólo de la celebración de la Navidad sino también de la expectativa de la Parusía, de la venida definitiva del Cristo. Por esto hoy se nos invita a la vigilancia: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento»

La vida del cristiano no puede ser una existencia mediocre, aburguesada o pasiva. Cada uno de nosotros tenemos una tarea encomendada, hemos de poner nuestro granito de arena en la construcción del Reino de Dios. El tiempo apremia. La advertencia no busca ponernos nerviosos, pero sí es un acicate para que salgamos de nuestra abulia, de nuestra apatía. La tarea es ingente. Nosotros esperamos la «manifestación de nuestro Señor Jesucristo» (segunda lectura), pero Él cuenta con nosotros: «sale al encuentro del que practica la justicia y se acuerda de sus caminos» (primera lectura). La práctica de la justicia, el luchar para que este mundo sea más justo es el camino que Dios nos está pidiendo, está esperando de nosotros, sobre todo de los que nos llamamos creyentes.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Jesucristo, Rey del universo - Mt 25,31-46

El año litúrgico lo cierra la fiesta de «Jesucristo, Rey del universo». El evangelio que la Iglesia nos propone meditar corresponde al Juicio final, narrado en el evangelio de Mateo. Como escribirá más tarde san Juan de la Cruz: «en el atardecer de la vida seremos juzgados en el amor» Ese será la medida, la única medida que se nos aplicará.

Si nuestra religiosidad sólo está fundamentada en creencias, cultos y plegarias, aunque las practiquemos diariamente, no estaremos en el grupo al que Jesús acogerá en su reino: «Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo» Claro que es importante y necesario tener fe, las celebraciones litúrgicas y la oración, pero no es lo esencial ni lo definitivo. De lo que seremos juzgados es de cómo hemos actuado cuando hemos visto las necesidades que padecen nuestros semejantes. Eso es lo nuclear del mensaje de Jesús, de su «buena noticia»

Jesús se identifica con el que pasa hambre o sed, con el indigente, con el inmigrante (con o sin papeles), con el enfermo, con el que está en la cárcel (culpable o no). Hemos de releer este evangelio. En nuestras vidas, en nuestro hacer comunitario hay muchas cosas que cambiar, que priorizar, si queremos ser fieles a lo que nos pide Jesús.

martes, 8 de noviembre de 2011

Domingo XXXIII del tiempo ordinario - Mt 25,14-30

«Talento» romano
Este domingo continuamos con las narraciones con las que Jesús instruye a sus discípulos, camino de Jerusalén. El texto del evangelio de hoy nos habla de un hombre que entrega un cierto capital a tres empleados suyos. Dos de ellos negocian con lo recibido, arriesgan… y duplican lo recibido. En cambio el tercero decide esconder lo recibido, prefiere no invertir, apuesta por dejar las cosas tal como están; ¿para qué complicarse la vida?

La parábola alaba la actitud de los dos primeros, que reciben una merecida recompensa. Por el contrario, critica la del último, al que llama «negligente y holgazán», y aquello que había guardado con tanto cuidado le es quitado, a causa de su talante excesivamente «prudente».

En nuestras comunidades, con frecuencia, sobran actitudes exageradamente «razonables»: es mejor no cambiar nada, no arriesgar. El proceder al que nos invita Jesús es bien diferente. Cada uno de nosotros ha recibido diversos «talentos». Lo fácil –algunos dirán lo aconsejable– es dejar las cosas como están, no complicarse demasiado la existencia, no apostar por echarle imaginación y ganas a la tarea a la que estamos llamados eclesial y socialmente, convencernos que si arriesgamos podemos perder lo que tenemos. El mensaje del evangelio no es compatible con esa forma de ver las cosas.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Domingo XXXII del tiempo ordinario - Mt 25,1-13


Aún quedan algunas semanas para comenzar el tiempo litúrgico de Adviento, pero las lecturas de estos últimos domingos del tiempo ordinario nos preparan para esa celebración.

La parábola de las diez doncellas, cinco necias y cinco sensatas, es una llamada de atención para estar siempre vigilantes, constantemente en vela. El evangelio no está hablando de estar nerviosos o estresados ante un dios justiciero. Pero sí que está poniendo en guardia ante una religiosidad desvinculada de la vida, ante una existencia en la que hay parcelas (una vela a Dios y otra al diablo, se dice en mi tierra). El estar siempre preparados sólo quiere decir eso.

El seguimiento de Jesús implica ser sus discípulos las 24 horas del día, no de forma intermitente. Jesús nos está pidiendo que nos impliquemos en la construcción del Reino de Dios. Nos está invitando a hacer este mundo más habitable; a que la existencia cotidiana, las instituciones, la política, las relaciones sociales… respondan al plan amoroso original de Dios. No podemos, no debemos, estar con las lámparas escasas de aceite; sino con las alcuzas de aceite llenas, desbordantes: «velad, porque no sabéis el día ni la hora»

martes, 1 de noviembre de 2011

Conmemoración de los fieles difuntos - Jn 11,17-27

Todas las lecturas de este día son un canto de esperanza para los que creemos en la resurrección de los muertos, confiados en la Palabra de Jesús. Su discipulado sabemos que la muerte no es el último capítulo de nuestra existencia sino el inicio de una nueva vida: el Señor «aniquilará la muerte para siempre» (primera lectura).

Estamos convencidos de la afirmación que Jesús hace a Marta, ante la muerte de su hermano Lázaro: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre» Esta convicción también sirve con respecto a nuestros familiares y amigos, de los que ya nos disfrutamos de su presencia. Esta es nuestra fe, esta es nuestra esperanza. No nos podemos afligir «como los que no tienen esperanza» (segunda lectura).

El paso a la otra vida significa una continuidad de la opción por el amor que hemos hecho, desde nuestra fe. Implica el Vivir (con mayúscula) ese Amor (también con mayúsculas) que predicó y vivió Jesús, invitándonos a hacerlo según un Dios que se define por el Amor. Nuestra fe y nuestra esperanza nacen del Amor y su meta también es el Amor. Allí lo compartiremos con el Señor, todo amor, y con todos nuestros seres queridos.